ADRIANA MARÍA ARPINI
(Compiladora)
En el terreno de las prácticas educativas, preguntas tales como ¿qué hacer?, ¿cómo hacer?, ¿para qué hacer?, han dado lugar a investigaciones rigurosas, importantes reflexiones y propuestas ciertamente innovadoras en muchos casos. Los resultados de tales investigaciones, reflexiones y propuestas suelen quedar plasmados en propósitos, objetivos, expectativas de logro, estrategias metodológicas y un sinfín de enunciados que vienen a engrosar la dimensión normativa de la educación. Se trata de reglas, patrones y modelos que a veces se complementan, otras veces se superponen o bien se contradicen lisa y llanamente. Qué se debe hacer y qué no es recomendable, cómo hacerlo para alcanzar mejores resultados. Sugerencias, consejos, rituales, normas “blandas”, pero también ordenanzas, imposiciones, dispositivos, normas “duras”, códigos más o menos fijados, son todos parte de la vida cotidiana y, a pesar de su constitución abigarrada y contradictoria, organizan, aun si no lo advertimos, la convivencia en los ambientes educativos, le dan forma.
Ahora bien, es sabido desde mucho antes que Kan lo formulara, que las formas sin contenidos son vacías. ¿Cuáles son los contenidos que vienen a llenar la forma de las normativas educativas? ¿De dónde salen tales contenidos? ¿Quién los sugiere o los impone? ¿Deben tales contenidos recortarse según las formas, o éstas adaptarse a aquellos? Las discusiones que estas preguntas suscitan podrían zanjarse más o menos rápidamente, aunque no sin dificultad, si el espesor de tales contenidos estuviera referido a la materialidad de un diseño curricular. Los problemas se agudizan cuando, siguiendo las normas del mercado mundial neoliberal, la “forma mercancía” pretende imponerse hegemónicamente en todas las dimensiones de la vida, incluso en el mundo de materialidades tan diversas como el de la educación. Es entonces cuando sobrevienen las mayores dificultades, pues aquella forma resulta demasiado estrecha para contener tan disímiles y variopintas materialidades.
Existen otras materialidades muchas veces desconocidas o no tenidas en cuenta en los ámbitos educativos. La materialidad de los cuerpos –de formas, tamaños, colores y sexos diversos–, de los deseos –sobre todo el deseo de aprender y de enseñar aquello que no está expresamente contemplado en el currículum–, las necesidades –muy especialmente la de ser reconocido y reconocer(se) en la tarea conjunta–, de los afectos y las afecciones, de las miradas y las imágenes, de la memoria de las experiencias vividas y sus narraciones, de las tradiciones compartidas. Los trabajos reunidos en este volumen se refieren a estas materialidades que están y han estado presentes tanto en la investigación como en las prácticas educativas.
En la primera parte del volumen se agrupan trabajos que aluden a los cuerpos, los afectos, las miradas y la diversidad cultural en la investigación educativa, mientras que en la segunda parte los trabajos narran historias de cuerpos deseantes que desbordan los límites fijados por las formalidades de las prácticas educativas. En uno y otro caso la materialidad se revela –y se rebela– desafiando los límites de las formas, corriendo esos límites, abriendo cauces a la libertad, la imaginación, la posibilidad de lo otro diferente, lo nuevo.
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Mendoza, 18 de julio de 2019
Adriana María Arpini
Facultad de Filosofía y Letras, UNCUYO
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